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lunes, 13 de diciembre de 2021

Sin señas particulares





Hay películas que se pueden ver cine veces, y las cien veces te impactan. Hay películas que puedes ver una vez, y la segunda vez ya no te generan nada. Hay películas que ves y al terminar ya no generan en ti ninguna clase de reflexión, incluso hay las que te dejan una especie de vacío por el hecho de haber perdido tiempo de tu vida y que no te dejan nada para platicar sobre ellas con otra persona, y para no pensar en ello, no queda más que irse a cenar y olvidar la cosa antes de ir a la cama. La ópera prima de Fernanda Valadez es una película que, a mi parecer, siendo una de las películas que más he visto en el último par de años del cine mexicano de reciente producción, es una película que impacta más y más con cada visionado.


Empezaría este texto con una interrogante hacia mi persona: ¿por qué me he esperado para escribir sobre esta película hasta la cuarta vez que la veo? Debo empezar escribiendo que esto no es algo que comúnmente haga cuando hablamos de cine contemporáneo, o escribo sobre ellas en un primer o segundo visionado, o ya no escribo. En el caso particular de "Sin señas particulares" creo que se debe más que nada a una cuestión de nostalgia: tenía que verla en la pantalla grande para escribir sobre ella.

En el cine mexicano últimamente se ha dado un auge por explorar el asunto de los desaparecidos, principalmente por las consecuencias de "la guerra contra el narco" llevada a cabo durante el sexenio de Felipe Calderón. Muchas de estas obras se han explorado principalmente desde el documental, con obras como "No sucumbió la eternidad", "Tempestad", "Volverte a ver", "Te nombraré en silencio", esta última con una influencia si bien no tan marcada, si recuerda por momento al inconmensurable documental chileno "Nostalgia de la luz" de Patricio Guzmán. Si bien, todas estas obras son distintas entre si, tienen un común denominador además del tema de los desaparecidos y del documental, y este común denominador es la presencia de grupos de madres buscando a sus hijas e hijos desaparecidos, incansables, inagotables hasta encontrar verdad, justicia, restos que les permitan tener una certeza que el sistema gubernamental se empeña en no atender hasta las últimas consecuencias.

Fernanda Valadez afronta el tema desde la ficción, con una historia sencilla, mostrada desde el respeto y el amor de una madre, con una economía de recursos que nos muestran que el cine bien realizado y bien narrado, no necesita la grandilocuencia que el stablishment insiste en vender.


La historia en preciso nos muestra a Magdalena y a su vecina en las oficinas de la policía (o quizá del ministerio público) tratando de dar con el paradero de sus dos hijos, quienes semanas atrás partían de Guanajuato para irse a los Estados Unidos. En el momento en el que la vecina identifica el cuerpo de su hijo, cuya seña particular era tener la mitad de una ceja de color blanco, es que Magdalena decide emprender viaje para encontrar a su hijo al norte del país. Obstáculos como tratar de hacer que firme un documento, sin ella saber leer, que da fe de que su hijo está muerto sólo por el hallazgo de una maleta como la de su hijo encontrada junto a unos cuerpos calcinados, donde otra madre le ayuda a leerlo y le sugiere que no lo firme y haga lo que sea necesario por encontrar a su hijo, o la amedrentación por una mujer a la que le pregunta en la central camionera por algún autobús desaparecido y que le dice que vaya a la casa del migrante a buscar a una persona que le puede ayudar. Así va siguiendo un rastro en el que parece se va adentrando y exponiendo a un mundo para ella desconocido, en su camino encuentra compañía y soporte en Miguel, la historia de un deportado que al llegar a su pueblo y buscar a su familia se da cuenta que todos, o la gran mayoría de las personas del lugar o desaparecieron o se fueron por la invasión de los grupos armados. La confrontación con la realidad para Magdalena, y para nosotros los espectadores es duro y traumático, pues caemos en cuenta que la realidad siempre supera a la ficción, que el diablo puede estar siempre entre nosotros, que historias escritas y contadas a través de la realidad, nos dan entendimiento de lo que se vive en nuestro vasto país y la realidad en poblaciones tan retiradas de nuestra muchas veces cómoda y privilegiada cotidianidad, y a lo que tienen que llegar para protegerse, como tomar las armas o huir.


Ante una obra tan mayor, poderosa y prácticamente perfecta a los ojos de su servidor, es redundante hablar de trazos técnicos, me parece más pertinente el hacer aún más hincapié en la historia tan bien desarrollada por Fernanda y Astrid Rondero, quien además de producir junto con Fernanda la película (ambas las cabezas de EnAguas Cine) es co-guionista y cuya ópera prima, "Los días más oscuros para nosotras", tiene el lazo con la obra de Fernanda en el hecho de que una parte de la trama de ambas está desarrollada en Tijuana.

Quizá la parte que sostiene la gran mecánica liderada por estas mujeres sea sin lugar a dudas las actuaciones de todo el reparto, no hay fallo alguno en ningún personaje, todos profundos y llenos de matices, así cómo la forma en que son expuestos a través de la cámara (la fotografía a cargo de la siempre interesante Claudia Becerril es verdaderamente magistral, así como la música que acompaña perfectamente a cada situación que se desarrolla, esta a cargo de Clarice Jensen); pero evidentemente todo está tremendamente soportado y representado por Mercedes Hernández en su papel de Magdalena, el cual le valió el Ariel a la Mejor Interpretación Femenina en la entrega realizada este año.

Todos los premios y apoyos otorgados para que esta película fuera una realidad están perfectamente sustentados una vez que uno se topa de frente con la obra, y los premios otorgados después de ser exhibida son por supuesto más que merecidos. Yo sólo podría decir que para mí no sólo es una de las óperas primas más impactantes de los últimos años no sólo en el cine mexicano, sino en el cine mundial; y me parece que es una obra que va a quedar en la memoria colectiva por su firmeza y valentía de mostrar un tema tan duro para nuestra historia social, y porque muestra valores humanos, a pesar del entorno tan crudo en el que se desarrolla, como la sencillez y la calidez a través de sus personajes, y de la obra misma. Esta es una película que demuestra atención y preocupación de sus realizadoras a través del personaje de una madre, y no explota a su personaje principal con tal de generar controversia, como otras obras si lo llegan a hacer.

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