"La noche era fría y cálida, no se como se han podido conjugar durante años y años estas dos sensaciones pero es verdad lo que dicen, la mejor manera de llegar a Durango es por carretera, y no hay mejor mes para para viajar y disfrutar por completo de la ciudad que el mes de diciembre."
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No revelaré la hora en que estoy escribiendo esto, sólo les diré que es
muy temprano (o como muchos mal dirían, muy tarde) pero del día siguiente a la
fecha que se registra esto. salí de mi casa con el pretexto que iría al cine y
me vería con una vieja amiga de la ciudad que me vió nacer, crecer y volver a
nacer; Durango. Así que llegué en taxi hasta el cine que está en el
"bulevar" Francisco Villa, (no diré el nombre del complejo, los que
son de Durango sabrán muy bien a qué cine me refiero) ya estando ahí creo que
empecé a sentirme más feliz, comencé a ser yo mismo, y con esto no pretendo
decir que en compañía de los demás (mi familia) no sea feliz o no sea yo mismo,
es sólo que simplemente cuando estoy solo o viendo a extraños mi lado creativo
empieza a trabajar, a emerger, empieza a crear historias con gente que veo
pasar. (soy como Woody Allen, claro visto desde un punto muy bizarro) Por eso
la necesidad de siempre estar caminando y estar en contacto sólo con mi cerebro
y mi imaginación. En fin, después de estar paseando un rato por la plaza
comercial en cuestión y entrar a buscar alguna buena película con la cual
regresar a casa, salí a caminar y tomé rumbo hacia la central de camiones.
No importa que estación del año sea o que tan dura esté la situación de
la seguridad en Durango, siempre tener una larga caminata nocturna entre sus
bulevares y calles iluminadas será un gran placer. Siempre me he preguntado el
porqué del miedo de ciertas personas por las caminatas nocturnas, me imagino
que se debe a que ni siquiera de día las hacen. Recuerdo que sólo una vez sufrí
un percance cuando tenía 19 años, (justo unas semanas antes de haberme mudado
de Durango) y fue mientras iba en camino por el estacionamiento de la plaza que
ya les mencioné a tomar mi camión. Durante casi un año caminaba el trayecto
desde esa plaza hasta mi casa (muy cerca del Instituto Durango) y nunca me pasó
nada, y justo unas semanas después de que empecé a tomar el camión que me
dejaba más cerca a mi casa (a espaldas del IMSS, y caminaba prácticamente nada
en comparación a mis pasadas caminatas) me asaltaron y me quitaron mi celular.
Supongo que las personas huelen tu intención, incluso tu origen, y sin duda
alguna mucha de mi esencia huele a un caminador, a un nómada. A un caminador
que sin duda alguna uno de sus más grandes amores siempre será el poder caminar
por esta ciudad. Un caminador jamás correrá peligro.
Así que mi soledad me permitió sólo por esta ocasión hacer lo que yo
quisiera, lo que más me placiera, podía, no sé; visitar viejos amigos, hacer
nuevos, sentarme a beber en algún extraño pero rustico y bohemio bar,
encerrarme en un burdel; podía hacer lo que yo quisiera, así que decidí hacer
algo que hace años quería hacer. En algún loco sueño que tuve hace muchos más
años de lo que pudiera recordar estaba yo con una vieja amiga que me hizo
escribir hermosos versos y magníficas y significativas historias aun sin saber
ella que era la protagonista de cada una de ellas, entonces estábamos ella y yo
caminando en altas horas de la noche por el casco histórico de la ciudad.
(cuando aún no existía Paseo Constitución y el Corredor y el Puente de Analco
hace cerca de ocho años) Pero cómo de ese sueño ya habían pasado varios años y
con ellos la otra protagonista al igual que yo había emigrado de tan hermosa
nocturna ciudad, tuve que conformarme con bailar con la mujer más hermosa que
me pude haber encontrado.
Una vez que llegué a la camionera pude haber tomado el camión colectivo
como en mis años de más juventud y solía trasladarme en la ciudad cuando salía
del trabajo o simplemente cuando salía a algún lugar, nunca tuve un vehículo
propio y para ser honesto con ustedes creo que jamás lo tendré, no es una
cuestión de dinero, se los aseguro, aunque tampoco puedo presumir de tener
tanto; pero creo que siempre he tenido en mi ser un alma vieja atrapada a la
cual le gustan las largas caminatas, no importa si esta significa dar dos o
tres vueltas al mundo. Así que como la noche era joven, pero ya estaba presente
en el viento frío, decidí trasladarme de la camionera a un viejo hotel que ya
hacía años que quería conocer en taxi. Era un señor mayor, cerca de los 50, su
nombre era Ramiro, me preguntó de donde venía, (muy amablemente, como me había
recogido en la camionera creyó que iba llegando de viaje, así que decidí
seguirle la corriente) le dije que de La Paz, pero que yo era nacido en
Durango; entonces me preguntó que qué me llevaba de nuevo a la tierra nacida,
entonces yo le comenté que regresaba por una fiesta familiar además de que era
una escala para viajar a otro lugar y escribir para mi trabajo, entonces él me
preguntó que si yo era un escritor, entonces riéndome yo le dije que en
realidad para mí la escritura era como un juego porque al parecer yo era el
único que se divertía leyéndome y haciéndolo, además anexe que nunca lo vería
como mi trabajo porque a partir de ese momento me empezaría a aburrir, entonces
él me dijo que no me preocupara, que seguramente ese viaje me serviría de mucho
para escribir algo realmente digno de leer, y fue entonces cuando nació esto.
Como veinte minutos después (porque el tráfico realmente estaba muy pesado,
rara cosa en Durango, al menos por lo que yo recordaba) llegamos al hotel, el
señor me deseo suerte y yo le agradecí dejándole el cambio por la tan amena
plática, el hotel era el Plaza Catedral, situado justo a un lado de la
Catedral, no esta por demás recordarles (aunque estoy seguro ya lo saben) del
gran amor que siento por este recinto, y en realidad no es porque sea muy
creyente de la iglesia o porque ahí fue mi graduación, siento un gran amor por
este lugar porque además de que soy un amante de la historia y todos estos
inmuebles viejos que albergan tantos secretos -e historias-, también lo llevo
muy marcado en mi porque es el símbolo por excelencia de esta "Mí"
ciudad, como La estatua de la Libertad para Manhattan, o El Coliseo para Roma,
o el Big Ben para Londres, o la Torre Eiffel para París. Entonces llegué a
recepción, pregunté si había habitaciones disponibles pues no había hecho
reservación alguna, al momento de planear el viaje había decidido que todo
sería al azhar, nada sería planeado esta vez, me dejaría llevar.
La suerte me acompañaba en esta ocasión pues afortunadamente había una
habitación disponible, y para mi fortuna con vista al Corredor Constitución, y
por consecuencia a la Catedral, y aunque el precio era un poco más elevado a la
habitación normal, no dude en pedirla, me dieron mi llave y una joven me llevó
hasta mi habitación, en el pasillo me encontré con una bella joven, no era
extranjera supuse por su tes entre morena y blanca y su español exquisito, no
les puedo negar que esta madrugada mientras escribo esto le dediqué uno que
otro verso, pero ella no es la protagonista esta vez en esta historia, ella
vendría siendo como la chica del cabello rojo que aparece en toda historia y
que es especial, pero que no pasa más de un lindo recuerdo y dos o tres
capítulos muy importantes y placenteros y que nos saca un poco de la historia.
Entonces llegué a mi habitación y la joven que me acompañó me dijo que si se me
llegaba a ofrecer algo de información turística o cualquier cosa no dudará en
pedírselo, que las veinticuatro horas había gente en la recepción y que ella
también estaría ahí, yo le agradecí y le dije que quizá no haría falta, pues la
verdad; y con algo de orgullo le dije que esa ciudad la conocía como la palma
de mi mano, y era verdad. entonces entré al baño, me enjuagué la cara, dejé mi
chamarra y la pequeña libretita que destiné para este viaje como bitácora de
vuelo y salí del lugar, al fin sólo sería una noche, la mitad de esta pretendía
no pasarla ahí, y la otra mitad pretendía no dormir y estar escribiendo, (esto)
de modo que sólo sin ver para atrás salí a volver a hacerle el amor a las luces
de esta ciudad. La primera parada fue en un viejo y amigo lugar, el siempre acogedor
Café Madrid, la verdad es que en los años de mi juventud y estudio, o sea en la
preparatoria, sólo llegué a ir un par de veces, pero el lugar siempre fue un
hito, era una tradición entre la comunidad rockera de Durango, así como el
Iguana en Dolores del Río cuando aun existía; de modo que el volver a entrar al
mismo sitio exactamente igual como hacía 8 años, (casi o prácticamente igual)
fue como si el tiempo jamás hubiera pasado y mis amigos aún siguieran en casa o
con sus novias y yo esperará a alguien de la banda. Estando ahí ninguna cara me
fue familiar, había algo de gente pues es (era) viernes, pero si había un par
de mesas solas, los veía platicar y me hacían recordar a mi en años mejores
rodeado de mis amigos en alguna fiesta a la que habíamos sido invitados casi de
última hora o cualquier acontecimiento importante familiar como el que me hacía
regresar después de casi dos años de no estar en esas calles. Los miraba y
sonreía mientras bebía mi cerveza, "Corona" de un cuarto como le gustan
a mi hermano, -llevaba un pequeño papel y escribía no se que en él con una
pluma- mis amigos de la infancia no eran personas que les gustara salir a
lugares así, además de que porque siempre andábamos en camioneta y sus gustos
musicales no eran iguales a los míos, fue la razón por la cual durante años yo
tampoco saliera tanto; y aunque aún no soy de salir mucho a centros nocturnos
(de hecho no salgo a ningún centro nocturno o antro) el gusto por encontrar
bares y cafés en los cuales estar, ya sea escribiendo o no, acompañado o no; se
ha vuelto uno de esos placeres que me han hecho disfrutar la vida de una manera
sin igual. El "Madrid" y las tres cervezas que me bebí me dejaron
satisfecho, a la hora de irme la música empezaba a ponerse de lujo; Soda Stereo
y el buen Gustavo Cerati hacían acto de presencia, pero aun así tuve que
dejarlos, ya he aprendido demasiado de los grandes. Caminé por constitución
rumbo hacía la Iglesia de Santa Ana, Pasaban las diez y media, la noche seguía
siendo joven, como las personas que deambulaban la ciudad, la noche ahora era
territorio de los jóvenes, y la verdad no se que hacía yo ahí, supongo que he
adquirido desde muy joven el Síndrome de Picasso, ese que dice que cuando uno
es joven, es joven para toda la vida, aunque mi aspecto personal, más por
elección que por imposición genética, dijera lo contrario.
La verdad siempre lo he dicho y lo seguiré diciendo hasta el día en que
muera; no hay mujeres más bellas sobre la faz de la tierra que las mujeres de
Durango; Veía pasar, o mejor dicho, me veían pasar tanta mujer hermosa, que en
verdad por unos minutos llegué a sentir celos por todos los hombres de esta
ciudad, aunque segundos después sentí enojo conmigo mismo al caer en cuenta que
yo hace años fuí ellos y aún así me dejé ir, -precisamente yo había sido el que
me había ido-. Seguí caminando dibujando en mi mente ese sueño loco e
imaginando como sería ver al cruzar alguna calle a esa vieja amiga y
reconocernos mutuamente como Harry reconoció en la biblioteca a Sally (jamás
les podré negar la gran influencia que tiene el cine en mi) y todo esto pasaba
mientras en mi cabeza (o mejor dicho en mi reproductor de música con una
manzana) se reproducía una y otra vez "Las luces de esta ciudad" de
División Minúscula, la canción para mi desde el día en que me fuí de esta
ciudad. Llegue a la iglesia de Santa Ana, entré y me senté en una de sus bancas
mientras contemplaba todo el sitio, tuve que sacar mi celular y tomar algunas
fotos; a pesar de que como ya les he dicho no soy muy creyente; me sentía en
paz. Salí al cabo de un rato del lugar y la plaza estaba en frente, había un
poco de gente, jóvenes en su mayoría pero no eran solamente ellos, había una
que otra pareja mayor, amantes cobijados por los árboles y las bancas, y una
que otro espíritu solitario con su propia historia queriéndose escribir,
espíritus como yo. Recordaba que años atrás había un señor que vendía elotes y
era muy conocido por lo bueno que era en prepararlos, me preguntaba si aún se
pondría a vender en ese lugar, o si aún viviría. empecé a caminar por la plaza
y al cabo de darle una vuelta completa me senté en una banca.
Me levanté y emprendí el camino de regreso, caminaba y la canción ya
había cambiado desde hacía un rato, ahora era el turno de "Año Nuevo"
también de División Minúscula, seguía caminando viendo a tanta cara como me era
posible, -tratando de adivinar o inventar su historia, como es costumbre para
mi- aunque esta noche no pretendía llevar a nadie conmigo al hotel, si deseaba
con todas las fuerzas de mi alma ver una cara conocida, saberme aún en casa,
poder seguir creyendo que esa aún era mi ciudad como siempre lo pregonaba en
las redes sociales cada vez que tenía la oportunidad o cada vez que escuchaba o
sabía algo de mi tierra. quizá ver a una vieja amiga e invitarla a bailar, pero
todo parecía indicar que la noche y la ciudad y mi computadora ya tenían
destinado para mi el ponerme a escribir esto, empezaba a caer en cuenta que me
había convertido en un turista en mi propia ciudad. Llegué a la Catedral y
aunque ya pasaban de las once de la noche, aun no quería regresar, compré un
café en la heladería de la esquina, "Gelato" y al salir (aunque no
quería hacerlo pues deseaba sentarme a beber agusto y no en solitario mi café)
cambié la lista de reproducción de mi reproductor y empecé a escuchar una
exquisita selección de Jazz hecha para la ocasión, la primera canción en turno
fue: "Parlez-moi d'Amour" alguna vez ya había compartido con ustedes
el gran amor que tengo por esta melodia y como para mi es la perfecta canción
para hacer el amor, pero bueno no recordaremos eso en esta ocasión. Canciones
como esta extraídas de bandas sonoras de películas más que nada del siempre
genio y amado por su servidor Woody Allen y canciones de Armstrong, Fitzgerald,
Sinatra, Miller y muchos más. Seguí caminando por Constitución pero ahora al
lado contrario para dirigirme al maravilloso y lleno de enamorados Puente de
Analco, llegué a este y no puedo negarles que al llegar me volví a enamorar, me
volví a enamorar de esta ciudad, creo que mi destino siempre ha estado marcado
y he nacido para enamorarme de las ciudades, -y de volver a la que me vio
nacer- como alguna vez lo dijo Cortázar y yo también ya se los he compartido en
más de una vez, las ciudades son como esas mujeres ajenas e inalcanzables de
las que te enamoras perdidamente y nadie te puede quitar ese amor jamás,
incluso puede ser un amor compartido con otras "mujeres", pues las
ciudades como las mujeres, ninguna es igual. Así es que caí en cuenta que las
mujeres en mi vida no han estado conmigo más de doscientas paginas, cuando fui
más joven hubo algunas, (porque aunque no lo crean si hubo algunas) pero
ninguna duro tanto, ninguna llegó para quedarse, pero con las ciudades como
Durango, aunque yo me haya ido, siempre volveré, y aunque no sea para quedarme,
ella sabe, al igual que yo que siempre regresaré y volveré a hacerle el amor
como a ella le gusta, recorriéndola vena por vena y así volveré a escribir de
ella como de toda mujer que se ha cruzado en mi camino, ya sea durante una relación,
durante tres años, durante toda la vida o solo unos minutos en el camión o los
segundos que dure una mirada, siempre volveré a esta ciudad porque yo soy de
ella y ella siempre será mía. La verdad el regreso al hotel no es digno de
contarse, estaba hipnotizado por una idea y todo lo que ahora están leyendo
ahora, escuchaba Heaven de mis íntimos amigos Ella y Louis y deseaba estar
bailando con alguien en ese preciso momento, ahí en medio de la calle, pero
como siempre, esto tendrá que ocurrir en otra historia que escriba una de estas
noches, aunque no sea en Durango, pues como dijo mi maestro Ernest Hemingway, y
como yo también se los he dicho muchas veces a ustedes: "Nunca escribas
sobre un lugar mientras sigas estando en él" Ahora, después de haber llegado
hace cerca de dos horas al hotel, creo que merecido tengo dormir, y aunque dije
que no llevaría a nadie esta noche a mi cama, la Catedral y la luna sin que yo
me diera cuenta hasta estar sobre la cama, ambas se han metido por la ventana.