Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

viernes, 29 de noviembre de 2024

“Formas de atravesar un territorio”, de Gabriela Domínguez Ruvalcaba.

 


Me resulta un poco imposible empezar a escribir sobre el documental de Gabriela, sin mencionar algunos documentales contemporáneos realizados por mujeres directoras porque, además de que son muy contemporáneos, retratan temas y fondos símiles, pero a través de formas muy diferentes. Y el documental de Gabriela me parece una obra de arte más arriesgada, pero a la vez, más profunda e incluso me atrevería a decir, más personal. Me explico. 


“Lachatao” de Natalia Bruschtein y “El eco” de Tatiana Huezo, son los dos documentales que pongo como ejemplo, más no así como punto comparativo; sobre lo que quiero exponer del trabajo de Gabriela. Por una parte tenemos a Natalia que, como ya lo había expuesto por acá, el hacer un documental con distancia, incluso con algo de desapego, es una arma de doble filo, que si bien no está mal esa manera de registrar, a Natalia no le favoreció del todo desde mi perspectiva. En cuanto a Tatiana, si bien las buenas intenciones están visiblemente expuestas de la gran labor de la cineasta, desde mi percepción, se toma libertades que para mi gusto, o lo que yo busco en el cine; no considero del todo válidas en el cine documental. Pues si bien se puede apelar a la premisa del cinema verité, a mí me parece las razones de están corresponden a cuestiones más de dramatismo, pues ya lo había dicho Kieslowski: “quien soy yo para documentar las lágrimas de las personas”, imagínense lo que habría pensado de documentar la caída de una mujer de la tercera edad que después derivaría a documentar su funeral. 


“Formas de atravesar un territorio” no sólo es un documental cercano, sino una declaración de principios en más de un sentido. Desde el comienzo hay una proximidad, la barrera de la intuición y el temor se rompen, y esto claramente se intuye desde la forma en que la cámara, a través del lente apremia a lo que el ojo de Gabriela quiere que el espectador capte: los detalles. La cercanía del detalle, y cómo este detalle de captar detalles, hace un discurso narrativo cargado de sensibilidad, una sensibilidad que yo siempre asociaré al corazón femenino, que además se confirma discursivamente al doble de lo que Gabriela expone, en el sentido que casi toda la película fue hecha por mujeres tanto frente a la cámara como detrás de la cámara.


Poco después somos testigos de momentos realmente valiosos, hermosos y muy emotivos. El primero, es en una reunión de las mujeres de la comunidad donde una de ellas le expone al resto, hablando su lengua materna (tsotsil) lo que Gabriela quiere hacer con ella, lo que quiere grabar, como lo quiere grabar, cuándo lo quiere grabar, con cuántas mujeres lo quiere grabar, y algo que a mí me pareció importante de ver documentado: vemos cómo la joven mujer le dice al resto de mujeres, que Gabriela quiere pedirles permiso para que le permitan formar parte de su película a través de su labor, pero que también le permitan a ella formar parte de sus actividades y su día a día. 


Más delante vemos, ya en un estudio más ensayístico-autoral, valiéndose de recursos narrativos en demasía propositivos como el uso de fotografías de archivo que no sólo forman parte de este por añadidura a través del montaje, sino de una forma muy particular, muy viva, como quien mira fotos del álbum familiar y al encontrarte una que te detona un hermoso recuerdo, la saca por unos segundos del álbum para sostenerla en tu mano, y después la devuelves a ese cúmulo de historia. Gabriela nos muestra un poco el origen del porqué hacer un documental sobre estas mujeres, sobre su labor en el pastoreo, en el telar, porqué esa necesidad de querer hermanarse con ellas, de conocer sus historias, cumplir ese deseo de romper la barrera, de cumplirle ese deseo a la Gabriela pequeña, feliz desde entonces de saber que en algún momento las iba a conocer. 


La escena de la mujer exponiendo cómo fue su infancia con los citadinos, la imposibilidad que ella tuvo de estudiar, que si bien no le creo ningún rencor hacia su padre, si le nació la determinación de que sus hijas estudiaran hasta la universidad aunque no quisieran, hace que al mismo tiempo que ella agradece que Gabriela esté allí, uno también agradece lleno de emoción, el conocer a gente cuyo vínculo con la tierra haga que la amen, la valoren y la cuiden, también a través del amor a su gente, a su familia. 


Uno podría decir que el documental como tal está completo en los fondos, y los motivos personales de estos, pero Gabriela lleva este ensayo más allá de los convencionalismos y los límites siempre cuestionables de lo permitido en documental y en ficción, que ya en clave de ensoñación y fantasía, crea fragmentos oníricos y poéticos cargados de una belleza visual (valor agregado es como se destaca en estos el uso de película de 16mm y el maravilloso recurso y la forma en que utilizar la luz natural, a través del trabajo fotográfico) en donde plasma justo la belleza de la madre naturaleza, a través de de estas mujeres, su trabajo y sus ovejas, pero también a los problemas que se enfrentan las poblaciones que viven en estos lugares mágicos de nombres hermosos y reales, como lo es la minería. 


En resumen, Gabriela crea con este documental un testimonio de las diferencias que no-separan a las personas de ciudad y pueblo, cuando lo que uno hace y crea, es para intentar dejar un mundo mejor del que nos tocó recibir, derribando barreras de pensamiento que no permiten el bienestar de todo ser vivo de nuestra comunidad, de nuestro entorno, de nuestro mundo. Gabriela sigue sorprendiendo gratamente y nos permite disfrutar de su cine de memoria y emociones, haciéndola, al menos para su servidor; una referente a la cual seguir. 

Breve comentario sobre “Good salvaje” de Santiago Mohar Volkow

 


Pero, ¿qué le hicieron a Mohar Volkow? Y ojo, esto no es una queja en lo absoluto. Impresionante ver el viro que hace Santiago a su cine para los que lo conocimos con aquella insuperable y poco comprendida ópera prima “Los muertos”, aunque aclaro, tampoco sé qué tanto les gustaría este nuevo cine del Santi a sus detractores. 


Más pegada a la comedia fársica que a cualquier otra cosa, logra tocar temas bastante complejos, interesantes e importantes, algunos con atino, otros con algo de irresponsabilidad a mi parecer que se aleja de todo precepto y lenguaje cinematográfico. 


También hay que decir que hay algo de valentía por parte de Santiago al acercarse a este cine, pues sin ser cine de comedia burda con una línea totalmente comercial y que permita que se le considere un proxeneta del arte, si que se acerca peligrosamente por la poca comprensión de los públicos conocedores en el céntimo de que la comedia puede ser buen cine.  


Es interesante como Santiago suma a este juego/experimento a, ademas de notables (o famosos, si así lo quieren llamar), buenos actores. Darío Yazpik, Manuel Rulfo, Andrew Leland, y una Naian que, además de venir a suplir a su hermana en el cine del Santi, está en su mejor etapa en todos los sentidos; todos se suman al juego/experimentos con total dedicación y entrega. No sé hasta qué punto pudieron imaginarse lo que esto iba a ser mientras lo realizaban, pero de que seguramente se divirtieron, no tengo ni la más remota duda. 


Lo basado del arte y el artista, en todos los extremos, para bien y para mal, la ridiculización del depredador extranjero que cree que su falta de cultura le permite apropiarse de las historias ajenas, la cultura del narcotráfico tratado sin decoro ni respeto desde la caricaturización, son sólo algunas de las líneas que Santi despliega y que van desde lo más prodigioso a lo más lamentable, y viceversa, y que lo dejan a uno pensando qué está permitido o no en el arte, en el cine, o en esto; y que derivan en “cine” más libre por parte de Mohar Volkow, pero sí con un dejo de pretenciosidad que al menos, yo le perdono.


Dariela desde la cámara y la gente de arte hacen un trabajo sencillo, discreto, fino, pero extraordinario. 

jueves, 28 de noviembre de 2024

Breve comentario sobre “Lachatao” de Natalia Bruschtein.

 


Se nota que las intenciones de la Bruschtein con este documental en el sentido de no querer tener incidencia en la narrativa salvo en el montaje, y el registro cuasi naturalista de las acciones y las personas que las desarrollan; se deben precisamente a no querer que se sintiera un trabajo maniatado o manipulado, pero desafortunadamente en el registro que hace, a lo que lo hace y cómo lo hace, hace que uno sienta que la directora no está familiarizada o de alguna manera cercana a las personas y al tema que trata de exponer, cosas como el actuar de las hermanitas frente a la cámara hace que llegue a esta conclusión, y esa leyenda al final del documental en donde Natalia agradece la “paciencia” a los niños que aparecen en el documental. Se siente como un registro extranjero, sí tratando con todas sus fuerzas de exponer una situación social complicada e importante, como lo es la lucha de los pueblos en regiones poco accesibles, contra depredadores de los recursos naturales, además de la migración, el desinterés generacional y como en la comunidad de Lachatao se busca combatir esto a través de la educación comunal en los años de secundaria; pero el registro de Natalia lastimosamente a mi parecer queda corto al no lograr penetrar la capa externa del total conocimiento de causa y la confidencialidad. 


Otro tema es el hecho de que, sin hacer spoiler, la sinopsis del documental sí que es un tanto engañosa. 


Técnicamente hablando es un trabajo que tiene mucha luz, una fotografía pulcra, y sin duda alguna lo mejor es la música de Alejandro Castaños, haciendo que algunas secuencias contemplativas, tornen a estas en trazos poéticos de luz, naturaleza y sonido. 


Si bien la película se siente en lo general de correcta duración, si hay algunas secuencias que se alargan un poco, y algunas otras que me parece están de relleno, por lo cual el largometraje debió durar fácilmente tres minutos menos, o bien tener un cortometraje apropiado y concentrado en todos los sentidos posibles solo con la escena en la que se exponen todos los problemas de la comunidad por parte de la pareja de señores en el bosque. 


Cerrando, con todo lo expuesto percibo un trabajo de buenas intenciones, al cual quizá le faltó un poco más de involucración. 

lunes, 18 de noviembre de 2024

Breve comentario sobre “Carnalismo” de José Luis Cano

 



Crecer y vivir en el barrio: la vida es un viaje, carnal.


Creo que la mejor manera de describir en pocas palabras el documental que funge como ópera prima del durangueño y amigo José Luis Cano, sería como la serie de retratos de una forma de vida, de lo que también es arte, un arte que conoce, vive y camina sus calles, las calles de gente real.


Si bien no soy muy fan del montaje que propone, sobre todo en su principio; se puede justificar el empleo de este. Me hizo recordar mucho a los intros de series norteamericanas de finales de los 80’s, principios de los 90’s.

Por una parte, puedo decir que da gusto ver un trabajo visual y fotográfico que respeta en muchos sentidos la identidad de las personas, que si bien las personas que retrata, son unos personajes en sí, no dejan de ser en esencia personas a las que estamos viendo, con sus historias y contextos particulares, con distintos ideales en la vida, procedencias y vínculos emocionales en su condición social, con distintas ilusiones y destinos que quieren cumplir. No sé vuelve sensiblero, dramático, ni cae en lugares comunes. Incluso es refrescante ver un documental de retrato social que no se mete hasta la cocina de la mamá del personaje principal. Narrativamente es un trabajo muy limpio, muy cuidado. El sonido no adolece en lo absoluto, y eso siempre se agradece en primeros largometrajes, sobre todo cuando son documentales independientes. 

También da gusto ver que el largometraje no se siente como un complemento o alargamiento de su cortometraje predecesor (y su idea primaria), aunque sí debo decir sinceramente que desde mi apreciación, los últimos diez minutos se notan más como un recurso para lograr rebasar los 60 minutos de duración que obligan para que una obra audiovisual pueda ser considerada como un largometraje, pero esa es mi percepción y mi punto de vista muy personal.

Cano está creciendo como productor y director de manera notable y prometedora, a través de la forma en que él percibe el arte cinematográfico y los empleos que se le puede dar para generar un impacto social, como es este retrato de personas que si bien están encasillados en un estigma social a través de la mirada que no entiende el origen de esta vasta y riquísima cultura, Cano tratando de mostrarlos humanos, no cae en ningún estereotipo ni se siente manipulación a través del lente, que justo trata de ayudar a que la ignorancia no caiga en discriminación. Retrata de manera bastante digna y con gran fidelidad a un grupo social que, a pesar de sus diferencias y de ser de distintos “barrios”, defienden su crew y su identidad, su integración y su convivir; que luchan todos los días por respeto y comprensión, más que por dignidad y aceptación. Da gusto percibir en Cano a un director que tiene la intención de hacer un arte para la gente, más que un arte para estar encerrado en un museo.