Con el motivo de su reciente proyección siendo parte de la Selección Oficial del Macabro (Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México, que este año celebró su edición número 23), me he permitido, luego de haber sido invitado hace algunos meses a la proyección de los que hicieron posible la realización de este trabajo (privada, por supuesto); escribir sobre el más reciente cortometraje del tocayo y talentoso realizador duranguense Juan José Hinojosa.
La sinopsis simplificada podría ser la siguiente:
Martín encuentra dinero enterrado en un panteón y cree haber solucionado sus problemas con narcotraficantes. Sin embargo, el dinero está maldito. Su pareja, Inés, comienza a tener visiones terroríficas y Martín, descubre que nunca tuvo el control de su propia vida.
La historia, además de la cuestión sobrenatural en ella y la naturaleza de su fondo, tiene trasfondos y subtramas dibujadas de manera sutil pero propositiva, como lo son el crimen organizado y el idilio, que jamás se nos revela del todo si son reales o es la percepción que nosotros tenemos como espectadores a través de los personajes; es como si el director nos hiciera abrir puertas (que pueden ser de manera literal, o figurativas) para hacernos sentir una especie de seguridad (que puede ser falsa, o no) con respecto a las decisiones de los personajes, sin saber a dónde les llevarán, y en consecuencia, a nosotros. Nunca sabemos a ciencia cierta si la esposa sí está con él, o sólo es una presencia para protegerlo en su desesperación de escapar de la agonía y el fatídico destino de vivir en un lugar donde los muertos no chingan, lo hacen los impunes y poderosos.
Muchos podrán pensar que el no tener certezas de esta índole a nivel narrativo, puede ser un mal desarrollo venido del guion, pero para mí viene más de una decisión deliberada desde el guion escrito por el propio JuanJo, de involucrar al espectador hasta las últimas consecuencias, es como si nos sometiera al mismo tratamiento que sometieron a Alex DeLarge en Naranja Mecánica y nos dijera: “ven y mira”.
La producción a cargo del propio JuanJo, Mairely Yaresi y Andrew Reth, apoyados por Luis Martín Gerardo como productor asociado; además de un crew que hace un trabajo realmente destacable en cada uno de los departamentos, sobre todo en diseño de producción (arte) y fotografía, en este último destacando el gran trabajo que se hace con la luz tenue y penumbrosa que se utiliza. La preponderancia de las sombras son trabajadas meticulosamente en los cambios de plano (salvo en una secuencia de tres tomas con plano abierto en el panteón, que para nada arruina la experiencia) en donde no vemos ápice de cambio de luz, algo muy difícil de conseguir; en este sentido una vez más se demuestra que, lo que bien podría parecer un trabajo en el que se resuelven problemas de manera práctica (y que así podría ser), se nota, o al menos esa impresión da; es una decisión deliberada por parte de su realizador.
La oscuridad en esta historia es imprescindible para su forma, el cómo se narra la trama y se desarrolla el argumento, y la sensación que busca causar en el espectador y cómo resulta y llega a buen puerto, y que además se sirve de una musicalización que atina correctamente, aunque he de confesar que la escena del confrontamiento en el que la esposa le pide que se vayan sin la “brujería”, me habría gustado más, solamente con la intensidad de las admirables interpretaciones de la pareja protagónica. Es una historia que se cuenta con siluetas y sonidos.
Una propuesta en el cine de género realmente destacada, con un acertijo laberíntico en el que los tiempos se entrelazan, que siento no se había tenido o no se nos entregaba localmente de tal calidad técnica, narrativa y discursiva, y la armonía entre estas; desde los trabajos de Fher Simental. Hace recordar el aura de realizadores como Eggers y Taboada.