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viernes, 31 de mayo de 2024

Todos los incendios: el fuego interno que se manifiesta pero no explota.




 Siempre he creído que una de las peores formas en que uno puede formular una crítica hacia una película, es comparándola con otras contemporáneas a su tiempo, que retratan temas similares, y que sólo se utilizan dichas referencias para hacer hincapié en los aciertos de una y errores de la otra, sin profundizar en el contexto de cada una de ellas. Hablando en el caso de Todos los incendios de Mauricio Calderón, si bien hay muchas películas contemporáneas mexicanas que han tocado los mismos temas de formas muy similares a la forma en que Mauricio hace su película, sus recursos y forma de capturar y narrar su película, tiene sus particularidades que ahora expondré desde mi perspectiva crítica.


Bruno, un pirómano adolescente que atraviesa una época complicada, abandona la ciudad en busca de una chica a la que conoció a través de Internet. El viaje lo obligará a confrontar la muerte de su padre y su inseguridad en cuanto al sexo.


Hay muchas cosas buenas en la propuesta e historia de Mauricio, quizá las más destacadas corresponden a ciertos departamentos técnicos. Fotográficamente como se utilizan los puntos objetivos y subjetivos (hablando de las tomas a la nuca) de la narración es muy interesante, la iluminación es muy sugerente y por lo general comulga con cada uno de los planos ejecutados, sobre todo en todos los planos a contraluz que se efectúan de manera magistral, a esta comunión también le podemos sumar la colorimetría que funciona y funge como reflejos de la personalidad de nuestro personaje protagónico, que al menos en este apartado hubo una buena intención en construirlo desde diferentes aristas, sin que se sienta una ínfula manipuladora.

Si bien es muy plausible la propuesta y originalidad que Mauricio quiere darle a la historia a través de los movimientos y desplazamientos de cámara, pareciendo una hija incendiaría del Dogma 95, dictando a través de esos movimientos bruscos un simbolismo de ese fuego interno, ese fuego de la juventud, pero me parece que llevan al extremo el ejercicio de la cámara en movimiento, sintiéndose por momentos muy torpe, además de que no se percibe un trabajo del todo cuidado en cuanto a composición y encuadres. Queriendo mantener viva la llama, se muere un poco la narración.

El personaje de Bruno es interesante y en demasía rico conceptualmente hablando, pero me parece no está del todo construido a conciencia desde la parte de la concepción de los diálogos. Se presentan ciertas contradicciones a lo largo de la película, que se notan aún más a través de los diálogos muchas veces escuetos y acartonados (por momentos los actores tienen un buen desempeño, pero no es constante), que para nada corresponden ni a la edad de los personajes jóvenes, ni a el contexto emocional por el que pasa Bruno, pues si bien lucha con el duelo de su padre, teniéndolo en un estado apático y depresivo, también lucha con el hecho de que su madre, siendo una mujer aún joven, quiera rehacer su vida, pero también por las emociones que le surgen estando cerca de su mejor amigo. Si bien se entiende el simbolismo del fuego como un acto de rebeldía, crecimiento y como un ente purificador, siento que acá se utiliza de manera tanto forzada como rebuscada, incluso repetitiva y gastada, es un fuego que se manifiesta y busca perdurar, pero se siente extremadamente efímero.

Por momentos quiere trasgredir, pero se queda corto en sus intenciones. La ambigüedad de las acciones y situaciones que se presentan a lo largo de la trama por momentos funcionan, pero por otros el tratamiento, y sobre todo el ritmo; no se coordinan del todo. Por momentos la película se siente incluso anacrónica, si bien aparentemente la película está ambientada a principios de los 2000´s, no hay un trabajo realmente definido a través del arte que nos ubique tajantemente en ese espacio temporal, incluso en el hecho y sentido de que la palabra queer sea conocida por jóvenes de clase media-alta de provincia, y no por un joven de clase media de la capital, ahí hay un error que viene desde la concepción de la historia, incluso es una incongruencia (una de muchas otras, como el personaje femenino que los rescata del incendio y no la volvemos a ver) el hecho de que la madre no mueva cielo mar y tierra para encontrarlo, y si lo hizo, no hay esa coherencia de sacarle jugo a esa linea argumental y mostrar justo ese otro lado de la historia.

La necesidad de una familia y el querer huir de sus verdaderos sentimientos, hace que Bruno se refugie en el fuego, un elemento que lo une aún con su padre muerto, cuando se libra de este y del dolor que oprimía su interior, y se abraza a la aceptación y al amor, no le es difícil hacer la transición, en ese momento se da cuenta que estar lejos es pensar en los que amamos, cuando no están presentes y desear aquello que no se tiene aunque no se ame. El fuego es un grito de auxilio, la necesidad de llamar la atención de alguien, cuando las emociones se arremolinan y las palabras no saben pedir ayuda, el asunto es que en la historia de Mauricio, no en como la cuenta, sino en como se concibe y se escribe, el proceso de búsqueda y encontrarse, es abordado desde un personaje débil en su construcción que sobre todo expresa y refleja desinterés y un rencor desmedido hacia si mismo que se resuelve sin ningún esfuerzo realista, si esta bien explorar esa falta de amor propio, pero hay una polarización que no conoce matices grisáceos, y que no provocan ninguna catarsis en un espectador como su servidor.


Se le notan las buenas intenciones a la historia, y como la cuenta Mauricio, pero se siente además de desatendido su tratamiento, se nota un aura perdida en el guion, que contrapone a lo desmedido de la propuesta narrativa, pero aún así la metáfora sobrevive y se manifiesta latente como un fuego que si bien se manifiesta a través de una flama tibia que jamás muestra su punto más alto y álgido al punto de casi explotar, se entiende que esta simboliza el hecho de superar duelos, aceptar lo que somos y no lo que queremos parecer o aparentar, y explorar la vida cuando perdemos la brújula y la llama, en las edades que aún podemos probar, pasar por daños, y aprender en el proceso.