Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

viernes, 28 de febrero de 2025

Breves comentarios sobre "La liberación"





Me arriesgo a formular mi opinión desde mi inexistente e indómita ignorancia sobre los movimientos feministas que vienen aconteciendo desde que se creó el movimiento del #MeToo (y que por supuesto celebro y respeto), sobre la serie “La liberación” de la siempre interesante y talentosa Alejandra Márquez Abella, que en realidad se crea a cuatro voces junto con Ilse, Cassandra y Johana (las protagonistas de la serie), todas muy admiradas y respetadas por su servidor. 


Si bien no toda la serie es dirigida por Ale, ni escrita en su totalidad por ella (por ahí también intervienen un par de admiradísimas mías: Aura García-Junco y Jimena Montemayor), si es quien al fin de cuentas pone el concepto artístico que llevará todo el conjunto de la obra. 



Vidas pasadas, heridas heredadas.



El fondo es indiscutible, valioso, valiente y loable; incluido por supuesto su argumento y varias decisiones desde el guion. Pero en cuanto a la forma se refiere, no sé. Veo tantas cosas que ya he visto en otras partes, que desde mi perspectiva, se usa más el impacto del "qué dirán", que la misma necesidad narrativa para contar esto. Pero sé que no soy quien para cuestionar las narrativas feministas, y no es un comentario en lo absoluto irónico. Actoralmente hablando, todas y todos los personajes principales y secundarios están impecables (doña Ofelia Medina y la primera actriz Dolores Heredia, en plan diosas e perfectamente impecables en todos los sentidos de las palabras), los de reparto, no tanto (sobre todo en el capítulo de los onvres)

Aún con el hecho de la gran valía del fondo, y mi cuestionamiento en sus formas, creo que habría sido mil veces más poderoso y valiente atender todo esto a través del documental, porque las incongruencias de la ficción (incluso haciendo de muchas situaciones bastante predecibles) desde la farsa y un dejo de sátira con humor negro (que buscan justificar las fallas de congruencia) y lo burdo (como en Un actor malo) ahí están, y le restan potencia y mucho mérito al discurso, llenándolo de estereotipos, muy mal representados, además. 


El quinto capítulo es tan definitorio como polarizado, en el cual el elemento simbólico se refuerza y llega a su punto cumbre/máximo, haciéndolo por mucho el mejor de la serie. Aunque también por momentos apela a la cuarta pared, y aunque claramente, yo sé que no está mirando a quienes no hemos sido violentos o violentados por nuestra condición de hombre, ni es en el estricto sentido de la palabra una mirada acusadora, no es una mirada subjetiva que incite al espectador a sumergirse en la psique, sino que sólo le permite ser un testigo sin que se le permita un momento de reflexionar por el tono que rompe entre drama/comedia en repetidas ocasiones, y es justo esa mirada lo que quizá sea lo que hace que su trama y discurso pierda fuerza, por decisiones poco hábiles con la cámara y su puesta en cuanto a decisiones de planos y secuencias se refiere (la escena de los hotdogs es realmente odiosa) como temiendo no sólo romper o herir susceptibilidades, sino teniendo el poder que podían crear. 


miércoles, 26 de febrero de 2025

Breve comentario sobre "El brutalista".





La película (porque esta sí es una película en el estricto sentido de la palabra) es un monumento. Mejor dicho: la película es un edificio, un edificio de estilo brutalista, que al igual que su personaje protagónico, vemos su elaborada creación desde sus cimientos por parte de este grandilocuente y muy valiente arquitecto llamado Brady Corbet; y así lo vemos crecer y subir y transformarse hacía todos lados, desproporcionadamente, hasta que ventualmente cae, porque así tenía que ser, y no se salvan más que unas cuantas/contadas cosas, como su poética fotografía (con todas las cualidades que la acompañan/crean, of course), su impetuosa y megalómana/poderosa banda sonora, y la gran mayoría de sus actuaciones.

Con esto trato de decir que es mejor ver desmoronarse algo de esta magnitud y de esta ambición creativa, que ver las piezas de molde y formuláicas que manienen viva la maquinaria podrida de las grandes productoras norteamericanas.

Y ojo, con esto trato de decir que, en tiempos donde Sean Baker y el propio Brady dicen que no ganan dinero con estas películas, mientras hay tanto vendido/oficiante/obrero de la producción audiovisual; lo menos que podríamos pedir es que a estos genios/artistas/artesanos que dan su vida al arte y a su arte, no les cueste hacerlo, mientras se ganan la vida de maneras igual de honrosas pero quizá fuera de la maquinaria del established entertainment.

Adrien Brody tiene asegurado su segundo Oscar (con un personaje además de una estructura muy similar al que lo hizo ganar su primer Oscar, como otras veces ya ha pasado con otros actores ganando su segundo Oscar), Guy Pearce está irreconocible para bien, y amo vehemencialmente a Stacy Martin.

Ahora, volviendo un poco a las cosas no tan encantadoras de la película, no sé porque muchos le dan el mote de épica, o se atreven a compararla con obras maestras como "Lo que el viento se llevó", "Lawrence de Arabia" o  "Ben-Hur", porque honestamente yo no veo nada de eso.

Mujeres del alba





Desde mi punto de vista, Jimena Montemayor Loyo lo vuelve a hacer, vuelve a atinar/acertar con su tercer largometraje, que seguramente será una de las mejores películas del 2025, tal y como lo fue Restos de viento en su momento (2017). Jimena vuelve a atinar/acertar a través de la forma, del cómo, de lo narrativo; entregando una obra en extremis miramiento intimista, pero también con un tratamiento poético incuestionable. Ahora, que hablando desde el fondo, el qué o el discurso; hay líneas, muchas, y unas más claras que otras, de que esta es una película en extremis personal. 


Yendo en el orden correcto de las cosas, primero atiendo lo netamente valioso de lo narrativo: Jimena vuelve a atinar/acertar en la importancia vital de una fotografía detallista/naturalista (en esta ocasión a cargo de Santiago Sánchez) no sólo en extremis para crear el estado de inmersión del espectador en la historia, como ha sido desde su primera película (En la sangre, 2016); sino que a través de esta se nos muestra de alguna manera el verdadero personaje importante de la trama, y el porqué es tan importante para los demás personajes de la misma, tanto los que quieren proteger, como los que quieren despojar. Incluso el recurso magistralmente empleado del VFX para mostrar niebla, nubes y el latir de la tierra, tiene mucho sentido y está magníficamente utilizado, pues muestra, de una manera muy similar a cómo lo hizo su momento Ernesto Contreras en Sueño en otro idioma, la conexión que tienen habitantes de lugares milenarios y sagrados como son selvas y sierras con sus árboles y sabiduría.  


Otro valor símil, o más que valor; otro elemento que nos muestra fehacientemente la autora total que hoy día es Jimena; es como aún cuando a todas luces la película es de naturaleza coral, los niños, o más en preciso, dos de las niñas se vuelven no sólo en las narradoras/testigas/herederas de aquello que va más allá de lo visible o real, sino que llevan este lenguaje de destellos oníricos, que incluso colindan con fronteras surrealistas/fantásticas/simbólicas, como se nos mostró en su momento en Restos de viento. 


Aún con todos estos elementos, que van desde el extenso elenco y la puesta que percibe una producción aún más ambiciosa que en sus pasadas dos películas, Mujeres del alba se sigue perneando y sintiéndose con esa aura de hechura independiente, mesurada, incluso minimalista. 


Aterrizando de lleno con el discurso, y la importancia que tiene por su naturaleza verídica, ligan de manera muy personal a Jimena a la historia puesto que el guion está basado en un par de libros escritos por su padre, el escritor Carlos Montemayor que en muchos sentidos documentó y ficcionó la lucha que llevaron hombres y mujeres de distintas rancherías en Chihuahua (incluso se toma en cuenta a Durango) en defensa de sus tierras en contra del gobierno, ejército y capitalismo extranjero que no sólo quería despojarlos de su tierra, sino asesinarla, y a ellos y ellas de ser necesario, tratándoles y retratándoles ante la sociedad aún conservadora del país y las grandes ciudades, como meros bandidos y miembros del comunismo, cuando ellos y ellas querían proteger no sólo lo suyo, sino lo que es de todos: el suelo mexicano, y la flora y fauna dentro de este. 


Si bien toda obra es perfectible, y en el caso de esta película no es la excepción, pues en sus primeros minutos hay ciertos tropiezos por demás perceptibles en la naturalidad de sus diálogos y el acartonamiento de los mismos en la boca de algunos actores quizá no tan preparados, incluso detalles con edición y montaje; pero como ya lo dije, esto sólo pasa en los primeros minutos, y después la película no deja de ser una historia, incluso un relato con piel de ese ser que da vida y voz a la naturaleza, que nos emociona, nos conmociona, nos crispa, nos aturde, nos aterra, pero una vez más, nos muestra que esta vida no tiene sentido y no vale la pena si no es gracias a las mujeres. 


lunes, 17 de febrero de 2025

Los años nuevos


La transformación de un amor en diez años y sus puntos muertos



"Pero el corazón no es como una caja que se llena. Crece en tamaño mientras más amas. Soy diferente a ti. Esto no me hace amarte menos… al contrario, me hace amarte aún más."

Spike Jonze, Her



Rodrigo Sorogoyen es, sin exagerar desde ningún ángulo o pov, uno de los directores españoles de cine más importantes de este siglo. Un director que prácticamente a pisado base en todos los géneros cinematográficos y todas las variantes que se pueden desprender del dramatismo, y siempre desprendiendo una clase magistral de la construcción de las historias desde la importante construcción de sus personajes. Pero si nos remontamos a los inicios de la carrera del realizador madrileño, sabemos quienes le conocemos su obra y su contexto artístico, más allá de la siempre visionaria y creativa mirada de Rodrigo hacia el cine y el cómo hacer cine, es que hay un tema en su obra que a Sorogoyen siempre lo ha seguido y que parecía no podía dejar sacar del todo, hasta que llegó Los años nuevos. Este tema es el amor que no parece encumbrar en el tiempo que los seres humanos quieren, sino que encuentra su punto cumbre hasta que debe de ser. 


Permitiéndome colocar un poco de contexto para ejemplificar aún mejor esta sentencia, me permito escribir brevemente algo de la premisa de Stockholm, su ópera prima:



“Luego de una noche de fiesta, un chico conoce a una chica, este quiere acompañarla y seguir la noche con ella, ella no termina por aceptar, es entonces que en ese lapso de indecisión, el chico se comporta totalmente encantador, hasta que la convence y hasta ese punto parece que tendremos una película romántica de destape de personalidades de nuestros personajes, pero la película tiene un break point y se convierte en otra cosa, hasta una culminación nada esperada.“



Al igual que en esa primera obra de Rodrigo, la cual transcurre en una noche-mañana, el tratamiento narrativo-temporal de Los años nuevos es el mismo. Vemos acontecimientos importantes que definen el curso de la vida de Óscar (Francesco Carril) y Ana (Iria del Río) en un lapso quizá menor a 24 horas, y aún más importante, no es cualquier día, sino que es entre el final y principio de año (nochevieja del 2015, nochevieja del 2024) que curiosamente también marca el onomástico tanto del uno como de la otra, salvo una excepción, pero que marca un día igual de importante, el cual ya desglosaré a detalle más adelante. 


Lo propositivo de esta forma empleada o de este abordaje narrativo en la historia no es en sí lo que se retrata en este día, o el hecho de que se cuente así la historia, que si es importante y no quiero que se malinterpreten estas palabras; más bien lo que trato de exponer es que en esta forma tan valiente, y no tanto radical de contar la historia de Óscar y Ana, hay una invitación por parte de los creadores de la serie hacia con el espectador en la que nos incitan a imaginar todo aquello que no se ve, es decir, imaginar todo lo que ha pasado en la vida de Óscar y Ana durante el resto del año para verlos como los vemos justo un año después de que los vimos la última vez. Es, y me imagino así un poco el cuadro, como pasa justo en la serie y en muchos de los capítulos; como esas reuniones de nochebuena o nochevieja donde ves a familia (sobre todo primos o hermanos, o amigos de hermanos que puedan compartir contigo un contexto generacional) y se ponen al día de lo que ha pasado en todos los ámbitos, pero que aún con esas relatorías acompañadas de birra, vino y muchas risas, siempre existe la sensación de que algo se escapa. 


Y es que justo con cada año vemos, además de las cuestiones narrativas muy peculiares que ya iré comentando un poco más adelante; somos partícipes de como cambian tanto Óscar y Ana, o mejor dicho, vemos su evolución como personas, entre ellos, con los demás y en los demás (y que son cambios dictados por muertes, hijos, la pandemia, las adicciones), incluso los mismos cambios físicos que va teniendo y sintiendo una persona que pasa por toda la década de sus treintas, pero sobre todo; nos percatamos de las cosas que no cambian, esas formas de pensar y de querer, con los miedos, las manías, lo que se arrastra incluso desde antes que conociéramos a la persona, y que lastimosamente nos ve pasar por cosas y momentos a raíz de las cosas no curadas, de las cosas heredadas, y que no se van hasta que llega y la madurez, y dejarse ayudar.


Hay un detalle que se convierte en un denominador común en cada uno de los capítulos que a mí me a parecido hermoso y maravilloso, y es cuando la cámara nos muestra ejemplos de diferentes tipos de pareja (una por capítulo, y esto me hizo recordar montones a When Harry met Sally, aunque también hay otros elementos que hacen recordar a la trilogía Before) en la que ya sea a voz de Ana, Óscar, algún externo o alguno de los integrantes de la misma pareja; nos expone justo la diversidad en que vemos, afrontamos, y mostramos los seres humanos el amor como pareja. Esos códigos, lenguajes y universos que se forman entre los seres amados y amantes, y como se pueden llegar a romper, eclosionar y desaparecer una vez que la pareja se diluye, por cualquiera que pudieran ser las circunstancias, y como esos universos jamás se recuperan, permanecen resistiéndose aún después del big bang, del gran movimiento telúrico que deja todo en santas ruinas y a sus dos únicos habitantes en un duelo sembrado en el alma que se tiene que superar en la soledad, sin el otro, hasta que una vez más ocurre el milagro, vuelve la magia y nuevos universos, códigos y lenguajes vuelven a nacer. 





Ahora que toco el asunto del milagro, no puedo dejar de asociar esa palabra a Francesco Carril e Iria del Río, porque vaya carga se echaron al hombro al construir tanto a Óscar como a Ana. Y es que uno al verlos en pantalla, ver lo que hacen y como lo hacen, lo que dicen y como lo dicen, hace que uno por momentos olvide que todo es ficción, la historia, ellos, uno por momentos puede llegar a creer que en “cien minutos habrá transcurrido un año más”, porque es imposible caer en la conclusión de que lo que ellos hacen, uno no lo presencia todos los días en una serie de televisión, o en el cine, o en una obra de teatro, o no vamos muy lejos: en la vida misma carajo. Lo que vemos entre Francesco e Iria, y la intimidad que crean con sus personajes, hablando en todos los sentidos posibles de esa palabra; es magia, es el milagro que muy pocos directores sueñan con crear, y que aún menos logran vivir, y en muchos sentidos todo se debe a las personas correctas, almas alineadas echando además de oficio y técnica, algo de sí mismos, de sus experiencias de vida, quizá hasta de sus vidas pasadas. 


Algo que me gustaría distinguir de la historia, y darle todo el valor y el crédito a Rodrigo en este aspecto, es que la historia, aún con el asunto del tema tan apasionante y cercano que puede resultar para Rodrigo, fue consciente que al ser un proyecto de larguísimo aliento (aunque él ha manifestado en múltiples ocasiones que hizo esta serie no como serie, sino como una película), y que necesita más puntos de vista (sobre todo femeninos) para la construcción de todo lo que resulta ser diez años de vida en dos personas y las personas a su alrededor, él se supo rodear de las personas correctas tanto para la creación del guion (Sara Cano y Paula Fabra), como para la dirección de algunos de los capítulos, que si bien, claramente puedo decir abiertamente que los capítulos dirigidos por Rodrigo son mis favoritos (el capítulo siete es, además de brillante y hermoso, y el único que no se hace en nochevieja; el que logró hacer que me pusiera a llorar), lo que hacen David Martin de los Santos y Sandra Romero (sobre todo ella) es fantástico, se cuelan, se amoldan y hacen match perfectamente con la visión de Rodrigo, y como lo dije antes, Rodrigo tuvo visión y precisión perfecta para saber a quien sumaba al barco. 



Las personas son luz: a veces el sol que alumbra, que ilumina, que da calor; y otras veces son incendios que destruyen, que incineran y consumen todo. 





Al igual que en Stockholm, ya para ir cerrando esto; hay un break point, y justamente como en la antes mencionada, es a la mitad, de manera muy marcada, justo del modo en que la serie se estrenó (y que precisamente fue la forma en que la vi. Es decir: un día los primeros cinco capítulos, y al día siguiente los últimos cinco capítulos), con los primeros cinco capítulos mostrando la luz del enamoramiento, el alumbramiento de ese universo particular, con adversidades si ustedes quieren; pero luz, hasta que esta se extingue. Y los últimos cinco mostrándonos el duelo, la búsqueda interna, la curación hacía con nosotros de lo que se viene arrastrando con la tristeza y la depresión en ese preciso momento en que te das cuenta que, aún con lo bien que te va en la vida o que la puedes llevar, no tienes lo que en verdad sabes que quieres, y cómo este sentir se presenta y te lleva hasta la ensoñación y el deseo del reencuentro; hasta que sucede, y nosotros somos primeros testigos de lo que pasa en ese reencuentro cuando nos (y les) toma más maduros. 


Antes del finalizar, no puedo dejar de mencionar la selección musical para la serie. Mesurada, pequeña, pero extraordinaria. Tiene toda la potencia e intención que la serie y cada uno de los capítulos necesita de justo presionar las piezas correctas para detonar lo que tiene que detonar no sólo en la historia o dentro de la historia, sino también en cada uno de los testigos del temblor que somos nosotros. Nacho Vegas, La bien querida, Iván Ferreiro, Jorge Drexler, McEnroe, Holgado y unos pocos más (no quiero tampoco revelar tanto) engalanan cada uno de los capítulos. 


Ahora finalizo justo por el principio de mi texto, y este empiezo es justo la frase que comparto de Her, porque quizá lo más polémico que se puede sugerir en una de las lecturas de la serie bien podría ser el tema de la infidelidad, la postura del creador o de la moral de los personajes ante el constante y fehaciente caso de estar en una relación, vivir con una persona o incluso tener una familia con alguien a la vez que se está enamorada o enamorado de alguien más, de ahí que esta frase me pareció muy correcta para ejemplificar mi propia opinión: uno no puede borrar la historia, el pasado, y los vínculos que se crean con otras personas, con otras almas, y muchas veces aunque las relaciones amorosas no funcionan, queda por siempre ese universo creado que hace que uno ame a la persona con quien se hizo ese antropológico trabajo de la creación del lenguaje, aun sabiéndose en sus vidas realizadas con otras personas. La historia, y por ende el discurso que se desarrolla a través de la trama de la serie, es lo que pasa con el amor después del amor, porque el amor no acaba, se transforma, muta; y por supuesto se multiplica, se reparte, y se deposita en diferentes lugares, en distintas proporciones. Pero siempre es amor, incluso cuando es desamor, incluso cuando es miedo y es confusión y es indecisión. Lo único que no puede ser el amor es cobardía, porque cuando un amor se pierde por cobardía o por no ceder aún cuando otros universos tiemblen y dependan de nosotros, o dicho en otras palabras: cuando el amor no nos hace ser valientes, y dejarlo todo por el amor, sólo entonces es cuando el amor no es, y el amor muere.