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miércoles, 21 de marzo de 2018
Once. Una vez.
La película de la que les escribiré ahora es de un director del cual ya he escrito, más en concreto de dos películas también dirigidas por él: Sing Street y Begin Again. Y si vuelvo a escribir sobre una de sus películas es por, supongo dos razones sobre otras más que no tienen tanta relevancia, la primera es que me parecen conjugar muy bien entre el cine independiente, sin llegar a ser tan autorial, aunque si tiene algo de eso, con el cine comercial, y la segunda es porque esas películas tienen muchas similitudes entre si. Habiendo dicho eso, hablemos del trabajo que hizo John Carney con Once.
La película, la cual fue uno de sus primeros trabajos y es antecesora a las ya mencionadas antes, es una película en la que se nota su sello independiente, una película en más de un sentido pequeña, con poco menos de 90 minutos de metraje, con un presupuesto muy corto en el cual sólo se requirió de una cámara que todo el tiempo estuvo al hombro del fotógrafo Tim Fleming, y un cast muy minimalista que consistió más que nada de músicos que jamás habían actuado, es lo que hace que sea muy original y autentica.
La película trata sobre como un cantante amateur que canta en las calles de Dublin, el cual siempre tiene un semblante depresivo y que canta canciones conocidas por el día pero por las noches suele tocar sus propias canciones, y una de esas noches se le ve cambiada su suerte cuando conoce a una chica checa, la cual de inmediato se siente atraída por el talento de aquel ya no tan joven cantante, y conocer la historia de la chica que lo hizo escribir así. Una corta plática en la que acuerdan que él le arreglará la aspiradora a la chica, hace que pasen la tarde juntos entre comidas, calles y una tienda de música, en la cual él se entera que ella es excelente tocando el piano. Luego de un error de él, va y le dice que quiere escribir canciones con ella, ella acepta y luego de convivir un tiempo, y él enterarse de que la chica es casada y tiene un hijo, él le dice que ha decidido ir a Londres tras la chica que lo hizo escribir sus canciones, entonces arman una banda con otros músicos callejeros y sin más ambos se van ayudando en sus penas, en sus inseguridades, dándose valor el uno al otro para hacer lo que por si solos jamás se habrían animado a realizar.
La película si somos muy meticulosos la veríamos como las otras películas que ya mencioné de Carney, en realidad es la misma historia, sólo que contada desde la perspectiva de tres generaciones diferentes, un chico o chica que ayuda a otro a cumplir sus sueños de hacer música, o más que eso, de perseguir y conseguir lograr sus sueños, en Sing Street lo veíamos desde la edad de la adolescencia, con los amigos ayudándonos, y a la vez el protagonista ayudando a su primer amor a realizar un sueño juntos, en Begin Again, era una chica la que estaba apunto de darse por vencida tras cortar con su novio cantante cuando un productor mayor con problemas en su matrimonio le propone producirle un disco y sacarle el mayor provecho a sus canciones. Pues en Once es un chico que tras una ruptura amorosa y su chica se va a Londres se tira a la depresión además de no querer irse de Dublin y dejar a su padre por la reciente muerte de su madre, y no es hasta que aparece esta chica por la cual siente cierta atracción es que se decide a cumplir su sueño e ir tras el amor.
Y es que si siempre he recalcado un par de valores que tienen las películas de Carney desde que vi Begin Again es el valor que le da a los lazos familiares, siempre involucra las relaciones padre-hijo o hermano-hermano, y los utiliza como elementos realistas, no idealiza con etas relaciones, nos muestra como son tanto en las buenas como en las malas, sin tanto melodrama ni tanta crudeza, y eso es un valor bastante bien empleado en películas independientes. Otro valor que hay y que a mi me gusta mucho es el de el amor como escape, o el amor no idealizado, en todas estas películas vemos personajes que se encuentran con una persona y al final de la película, aunque todo dictaba que serían unos portadores más del "y vivieron felices por siempre", no se quedan juntos, Carney utiliza el recurso del amor como un apoyo, no todos tenemos que vivir para siempre con una persona a la que amamos y nos dio tanta inspiración, al contrario de Damien Chazelle, el cual si bien su lenguaje cinematográfico es más amplio con la joya que tiene como Whiplash y la gran La la land, en estas vemos como el argumento de Chazelle es pesimista en cuanto al amor, ya que la tesis de sus trabajos son: "Hay que sacrificar el amor para conseguir lo que uno quiere", en cambio con las películas de Carney es más optimista, pues en sus películas nos dice que el amor es compartir, y soltar; llevando siempre en el recuerdo a los que nos dieron amor para realizar aquellos que soñamos.
Y el valor más notorio y claro de las películas de Carney sin duda alguna es la música original, que dicho sea de paso la mayoría de las veces el mismo Carney escribe o co-escribe, y la música en sus películas siempre es tomada en cuenta en las premiaciones como el Oscar a Mejor Canción Original que ganó la misma Once por la canción "Falling Slowly", escrita por los protagonista de la cinta, Glen Hansard (el chico) y Markéta Irglová, (la chica) por Begin Again también tuvo nominación por la canción Lost Stars, y sorprendió mucho el hecho de que a Sing Street no se le hubiera dado ninguna nominación en este departamento.
Una película que como ya mencioné, con un equipo muy pequeño y una historia simple y muy pequeña, Carney se abrió paso en el mundo de la cinematografía de una manera muy peculiar, haciendo películas musicales muy diferentes y autenticas, (la película le costó al rededor de 200 000 dlls y generó mundialmente más de 6 000 000) en las que nos muestra, junto con películas como Kids, que cuando uno quiere hacer cine, y trae con sigo bien claro lo que quiere contar a través de su historia, los fondos, dinero y demás cosas propias del dinero, a veces salen sobrando.
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