Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

lunes, 1 de julio de 2024

"El Editor -Versión Final-", o la atinada congruencia de morir en tu lenguaje.





Edzna M.H.

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La verdad es que, debo confesar antes que todo, que este es el análisis que más me ha costado escribir, no sólo por el acto mismo de escribir sobre un proyecto del que pertenezco en muchos sentidos, sino por la acción que ha resultado para mí desprenderme de todos los modos posibles para poder escribir para todo aquel que vaya a leer este texto, de manera objetiva y crítica, y no bajo una influencia subjetiva que bien podría desprender en cualquier instante mi lado más sensible y personal, de modo que apreciable lector, tenga usted total certeza que las palabras que desemboquen aquí, por muy imposible que a usted le parezca, no llevan ninguna influencia personal de por medio.
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Cada ser humano tiene una concepción propia de cómo percibimos la vida y la realidad, la mayoría de las veces, esta es un reflejo de nuestras experiencias, de nuestro diario vivir, de lo que vemos, leemos, escuchamos, son reflejo del lugar donde vivimos, las personas con las que interactuamos y a lo que nos dedicamos, así creamos nuestro propio lenguaje, con sus códigos de lo que comunicamos o queremos comunicar, incluso cuando la comunicación se hace con los silencios. ¿Por qué la muerte de una persona puede ser más vistosa que otra? ¿Qué influye para que esto sea así? ¿Puede en un último acto el destino darnos una tregua y hacer nuestra muerte un poco menos dolorosa e insignificante? Esta es de alguna manera, la lectura que hago en primera instancia de "El Editor -Versión Final-".


Marcos, un editor de videos y películas independientes, trabaja diariamente editando hasta largas horas de la noche, hasta que en una ocasión sufre una convulsión que lo hace perder la consciencia. Al despertar descubre que su forma de percibir la vida ha cambiado de tal manera que ahora todo lo vive y lo ve de la misma manera que un montaje cinematográfico.
Entre cortes y efectos especiales, Marcos establece una confrontación contra su propio subconsciente para poder controlar su percepción del tiempo y sus emociones más profundas.


El cine de bajo presupuesto, o cine de guerrilla como es conocido por muchos (que nunca serán lo mismo que el cine independiente, para todos esos confundidos), es un cine en el que evidentemente hay que otorgar concesiones que los "puristas" del cine no permiten, sobre todo en los departamentos técnicos. Pero si hay algo debe de caracterizar a este tipo de cine para que resalte como una gran obra, incluso por encima del cine industrial; es el tener una historia bien pensada, con un guion que permita al pequeño crew la lectura fácil para no chocar con el autor de la misma, para que la historia conecte armónicamente y se sienta genuina. Y en este punto me parece que Alejandro Savant, director de la película, lo hizo correctamente, incluso con un guion moldeable que nos deja por sentado una de las grandes máximas dentro del cine para mí: el guion es sólo una guía, la verdadera película se crea en el montaje, y esta película por supuesto que es eso, tanto por el nombre de la misma, como por la naturaleza de la historia, que permitía que muchas cosas que no estaban controladas al cien por ciento en cuanto a la producción, equipo técnico y a la continuidad se refiere, se integraran a la historia de manera natural, teniendo una obra totalmente congruente con lo que quería transmitir, y aunque hay lapsos en los que claramente se sienten elementos en el montaje que, más que ser parte de la narrativa, están para solucionar problemas; me parece que la forma en que estos se emplean, es completamente efectiva. 

Me parece que Alejandro se toma la osadía que muy pocos realizadores se han permitido, algunos de esos pocos han sido de esos que han marcado un antes y un después en la historia del cine; y esta osadía radica en involucrar al espectador al máximo en el sentido de la historia. Él obliga y hace al espectador involucrarse en la narrativa, en más de un sentido a adentrarse a la historia, aún cuando quizá no comprende muchos de los elementos y conceptos que hay en esta, pero que los hace sentir antes que comprender, los obliga a emocionarse antes que entender, y eso lo logra perfectamente.

También hay mucho de valentía y valor en crear una obra en la que todo es conciso y directo con lo que él quiere exponer, y no andar con rodeos o por las nubes, esto está más que demostrado en como transcurre la relación entre los dos personajes principales, Marcos y Michelle, nos muestra las fases más importantes en su historia, sin hacer algún detenimiento innecesario, incluso en la misma naturaleza de lo que le pasa a Marcos. A esto muchos le podrán dar lectura como falta de construcción de personajes, yo diría que es mostrar lo que el realizador quiere mostrar, hacerlo de manera correcta, nada más.

Algo que me pareció brillante es como la evolución afectiva entre Michelle y Marcos está marcada a lo largo del metraje bajo un concepto de espacio bastante interesante. Casi es imperceptible, no se nota; y es tanto sutil como hermosa (acaso planeada por el evidente hemisferio más desarrollado del director que es el creativo, acaso creada por sí misma de forma fortuita). Cuando se conocen, en palabras que el crítico colombiano Juan Carlos González utilizó para describir a “In the mood for Love”: <<apenas y se tocan>> al final de su primera cita, pero conforme vamos viendo su interacción y su continua convivencia, esta distancia se va acortando, siendo la secuencia de los juegos mecánicos el más claro ejemplo; hasta verlos en la mágica escena del atardecer buscándose constantemente para no separar siquiera una extremidad de su cuerpo y mantener el tacto, hasta el momento que Marcos con su condición agravada, decide salvarla del sufrimiento e impone la distancia abismal, en ese momento se corta la larga secuencia de su evolución de estar juntos. 

Todos los miembros del cast lo hacen de manera correcta, son creíbles porque todo en la historia permite que las acciones de los personajes sean congruentes, y esto me parece que lo logra de manera magistral sobre todo con el que para mí es el personaje más importante de la película: Michelle.

Si bien Alejandro es quien escribe el personaje, me parece que no se le puede dar todo el crédito de la creación de este, pues me parece la creación como tal termina cayendo sobre los hombros de la actriz que lo interpreta, que toma como base las características e indicaciones de Alejandro, y demás elementos en el set para crear a este personaje tan lleno de vida. Evidentemente hay un trabajo más que limpio en Abril Ortiz a nivel interpretativo, y a mi parecer su actuación es de lo mejor que he visto en los últimos dos años. Logra transmitir toda esa naturalidad y ese amor que va germinando de a poco en la mirada de ella hacia Marcos, y me parece que lo que si es un logro completamente del director, es en cómo el foco se centra en ella cuando aparece en la vida de Marcos, haciendo de este no sólo el hombre que vive y muere dentro de su lenguaje, sino también el espectador por naturaleza de la magia que Michelle le viene a inyectar a su vida.

El personaje de Marcos, como ya lo comenté antes, es un personaje que se construye y se le da sentido en el montaje, en donde Alejandro saca el mayor provecho a las partes en que desde mi punto de vista más crítico y objetivo, el interprete no llega a los puntos dramáticos e interpretativos que debía llegar, pero también hay que decir que hay muchas escenas en las que muestra dotes histriónicos que me parece dan a Marcos una identidad muy particular, y lo hacen un personaje tan rico como complejo, y eso si hay que agradecérselo no sólo al actor y al director, sino también a Itzú Martínez, la asistente de dirección, que también en más de una ocasión fungió como coach actoral; y a la propia Abril Ortiz que por su Michelle, Marcos se convirtió en una especie de personaje réplica de lo que el otro desarrollaba, facilitando mucho el trabajo interpretativo del actor que le dio vida. 

Para mí lo más maravilloso del cine de Alejandro Savant siempre van a ser estos símbolos que hay en sus trabajos, hay una especie de vorágine vertiginosa que crea conceptos a través de imágenes que parece que no se ven, o que con mirada objetiva no se logran apreciar, pero que quedan en el subconsciente como mirar con el rabillo del ojo; como si los hubiéramos imaginado o soñado, pero que definitivamente están ahí plantados deliberadamente por él y que sabe que crearán un impacto en el espectador, que se quedarán inconscientemente y sin darse cuenta, como lo puede ser una chica mordiendo una manzana, la mirada nerviosa de un hombre mirando a una mujer, una melodía que no te deja de acompañar aún pasados días de la proyección.

Más allá de la valentía de Alejandro al hacer una película totalmente independiente y con un mínimo crew, y que me parece crea quizá su mejor obra al momento; debo decir que seguramente él está consciente de todo lo que se puede mejorar, y que no tengo la mejor duda lo hará en su siguiente trabajo. Más allá del amor que le tengo a este proyecto, y para este punto dejaré la objetividad que me había empeñado a seguir al principio del texto, debo decir que esta película de amor y sacrificio, es un proyecto que se logró realizar enteramente por amor a la historia que nació de su director, y que salió adelante gracias al amor por un proyecto, y por un grupo de amigos que no querían hacer otra cosa más que hacer cine por amor a este; y si me permiten el comentario más personal que me voy a permitir hacer, esas son las historias y ese es el cine que para mí vale la pena de ver, y que logra traspasar el tiempo.

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