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miércoles, 13 de mayo de 2020
El Vigilante, de Diego Ros.
Una de las películas mexicanas que yo he esperado ver en los últimos cinco años, luego de que fuera acreedora en el 2017 del Ariel a Mejor Ópera Prima, es la mencionada en el título.
La película va de Salvador, un hombre que una mañana llega a su trabajo en una construcción, donde funge como vigilante, y se entera que encontraron al amanecer una camioneta con un muerto cerca de la construcción, como la persona honesta y responsable que es, notifica a su patrón que la camioneta tiene desde la noche anterior, entonces Salvador es llevado con el policía que toma las declaraciones, y Salvador le dice que su compañero vio llegar a la camioneta la noche antes mientras él hacía su ronda habitual nocturna, este pide interrogar al compañero, pero Salvador le dice que entra hasta la tarde, el policía le da su tarjeta y le pide que lo llame una vez que este llegue. A partir de este momento, van pasando cosas en el lugar, que van llevando en un laberíntico viaje lleno de suspenso durante toda la noche que es narrada a lo largo de la película, y por toda la construcción a Salvador, quien tenía una razón más que especial para no estar en su trabajo esa noche, pero su honestidad y responsabilidad, caras que muy pocas veces se muestran en nuestro cine, y que son necesarias, hacen que no pueda salir, al principio pareciera en contra de su voluntad, pero después se queda por voluntad propia hasta que resuelva todo pendiente, incluso si tiene que jugarse la vida en el acto, cosa que jamás sucede, pues cosas que pareciera pasaban (con un tono surrealista), y que asustarían al más notable agente protagónico del thriller que me mencionen, Salvador logra resolver, para al final, al amanecer poder por fin salir del misterio, y volver a casa justo como llegó, por el mismo sitio, con la noticia que le brinda luz y esperanza después de haber vivido quizá su noche más oscura.
Más allá de la forma en que la ópera prima del novel Diego Ros explora y expone la figura del mexicano trabajador, hay que hablar de la forma en que expone este relato en su conjunto, forma que muy pocas veces ha sido llevada a la pantalla en el cine mexicano de nuestros tiempo (y además, de manera tan brillante), y que en la época de oro, y la misma historia del cine ha tenido tanta notoriedad: le film noir.
Quizá de las cosas que ayudan a que el relato de la película tome la fuerza que toma es el hecho de que el director da un peso muy importante a la forma en que la misma cámara narra los hechos: siempre con una distancia considerable en la que a través de sus "gran planos generales" deja transcurrir las tomas y episodios en los que Salvador transita y recorre toda la construcción buscando pistas, sin mucha interacción o interrupción del director, ya sea en forma de música o montaje innecesario, y que en contraparte, cuando se lleva al plató a Salvador con momentos de reflexión o descubrimiento, literal y figurativamente se le alumbra y a través de "primeros planos" lo vemos iluminarse. Ambas técnicas narrativas, acompañadas de una magnífica fotografía destacada en oscuros (realizada por Galo Olivares. Si, ese que no fue reconocido por su trabajo en Roma), ayudados por la oscuridad de la noche y las luces de la ciudad en el edificio en construcción que destacan las sombras deambulando de Salvador por todo el lugar, y los fuegos artificiales de una noche de 15 de septiembre, y sin dejar de mencionar el gran tiempo y ritmo que acompañan a las escenas, y el doble merito que logra la película en crear un relato tan sólido en menos de 80 minutos, llevan a la película a un estado de gracia en el género, algo que grandes como Hitchcock o Huston llevaron a la perfección, y que como lo comenté al principio, muy pocas veces se ha llevado hoy día a la puesta en el cine mexicano y de manera tan brillante, a pesar de que hoy día, y hace unos años, pareciera teníamos la coyuntura histórica y social perfecta, desafortunadamente, para plasmar historias a través de este género.
Tener que lidiar con cuestiones personales, de ineptitud por parte de su compañero, con corrupción y amenaza que atenta no sólo su vida, sino posiblemente la vida de los demás, y ver morir a una persona accidentalmente (aunque al principio no pareciera que así era) mientras un nacimiento se daba en otro lado, hacen ver a este hombre como una especie de héroe en nuestros días en que pareciera los héroes son todopoderosos y quieren tener control sobre la vida de los demás (el discurso fascista que siempre reprocharé a las películas de Marvel y DC), este héroe de carne y hueso, real y loable, existe entre nosotros, y sale a trabajar todos los días en pro de su familia, y que su buen trabajo pueda dar seguridad a otras personas, mientras hace el bien, aunque en el acto tenga que mentir quizá para salvar la vida propia en mas de una ocasión, porque conoce lo podrido del sistema.
Si la película funciona, además de las cosas ya mencionadas y que reflejan las buenas decisiones tomadas por su director (con detalles verdaderamente menores para lo que consigue Diego), la película no tendría ningún sentido si no tuviera la actuación de su protagónico, en verdad hay que aplaudir de pie a Leonardo Alonso. El realismo que impregna, pero a la vez con tal presencia, peso y personalidad que brinda a su personaje, hace que no haya reparo en sentir algo fuera de lugar, una verdadera gema entre las actuaciones más destacadas de los últimos años en el cine mexicano, y lo respalda con todo mérito, su premio a Mejor Actor en el Festival Internacional de Cine de Morelia.
Pocas películas logran con una idea tan original, respetando tan magistralmente un género tan valioso en la historia del cine, lo que hace El Vigilante, y que sea una película mexicana, es doblemente satisfactorio. Pero como siempre, hay un negrito en el arroz: ¿Cuántas personas pudieron ver esta película en su estreno en festivales en el 2016? ¿Cuántas personas la pudieron ver cuando en el 2018 tuvo su estreno comercial? ¿Cuántas saben de la existencia de películas tan loables como esta hoy día? Yo, que desde entonces sabía de su existencia, y con la terquedad de buscar y querer ver este cine que representa y tiene calidad y apuesta por otras formas de representar la realidad en ficciones bien logradas, la he podido ver hasta hace unas semanas, 4 años después de su estreno (hay que decir, gracias al Festival Internacional de Cine de Morelia por su magnífica idea de compartir películas a través de su sitio por la contingencia que nos azota hoy día), ¿qué podrán decir muchas personas que al igual que yo viven en provincia y que no conocen de las ofertas que festivales, más que lo que anuncian las carteleras de los dos grandes exhibidores de cine por excelencia del país y las películas hollywoodenses que se anuncian en la televisión?
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