Hacía
mucho que no me surgía el problema de no saber cómo abordar el análisis de una
película, cómo empezar a escribir sobre ella, o qué valor le daría en
particular para escribir de ella. Esto me ha pasado con esta peculiar cinta
francesa; así que lo haré tal cual solo mencionando las cosas que me han
llamado la atención y comentar por qué vale la pena verla y comentar sobre
ella.
Amante
fiel
(a mi parecer nefasto título que se le da en esta región del mundo, pues bien
pudieron simplemente traducir como tal el título original: “El hombre fiel”) es
la segunda película del muy reconocido actor francés Louis Garrel, luego de su
ópera prima Les deux amis, del 2015. La película tuvo su estreno en el
Festival de Venecia del año pasado y posteriormente en San Sebastián y la
última semana de diciembre en salas comerciales europeas (en nuestro país se
estrenó en pocas salas).
En
esta película, la cual también protagoniza y coescribe Garrel (Les deux amis
lo hace con Christophe Honoré y en esta con el gran Jean-Claude Carriere), explora
varios temas y géneros de forma muy sutil pero convincente, lo hace sin
enfatizar tanto o cargar de más el discurso, pero de manera efectiva y eficaz.
La
película comienza con una toma de la Torre Eiffel y los tejados de París,
acompañada de una melodía extraordinaria. Luego de eso escuchamos decir a Abel
(Garrel), nuestro protagónico, que su vida era tranquila hasta que un día cambió
todo por completo. Ese día es cuando tiene que dejar el apartamento de Marianne
(Laetitia Casta encantadoramente imperfecta), su novia, luego de que ella le
confiesa con la calma de alguien que estuviera hablando sobre el clima de la
ciudad, que está embarazada de su amigo Paul, al que sólo mencionan, pues no
hay una aparición, ni en su funeral nueve años después, que es cuando Abel, luego
de entregarse por completo a su trabajo como reportero y a amores fugaces (que
nunca vemos en pantalla) se vuelve a reencontrar con Marianne.
Pero
no sólo con ella, también con Eve (Lily Rose-Depp), la hermana menor del
difunto, quien desde pequeña está perdidamente enamorada de él, y Joseph
(Joseph Engel), hijo de Marianne y Paul, el causante de que Abel se quedara
solo y que tratará en un principio alejar lo más posible a Abel. Es luego del
funeral que Abel y Marianne retoman su relación, y con ello muchas intrigas y
dudas que no se ven, pero se escuchan, empiezan a surgir, y quizá lo más
relevante: descubrir qué hizo que Marianne tomara la decisión de dejar a Abel
por Paul, por qué Abel no cuestionó en su momento la noticia de Marianne y cómo
esto se pone a prueba con la figura de Eve y de Joseph.
Garrel,
al más puro estilo de su señor padre, que el año pasado nos entregó la
fantástica Amante por un día (aquella sí traducida literalmente de su
título original) nos pone en escena temas como la fidelidad, el romance y la
masculinidad desafiada, en una maqueta delicada, cómica, inteligente y
deliciosa disfrazada de comedia romántica.
El
mayor encanto de la película radica en lo que los personajes piensan pero no
dicen, así como de las cosas que pasan sin pasar. Por ejemplo el hecho de que
el rostro de Paul no lo conocemos y no tenemos una figura con la cual comparar
el parentesco que podría tener Joseph con su padre, los amoríos de Abel que
jamás vemos, al grado de poner en duda el hecho de si los hay o no, y la duda
que siembra Joseph en Abel sobre la muerte de su padre (que no revelaré ya que
es muy importante para la trama).
Es muy
francés hablar de estos temas y no caer en dramatismo barato, son muy claros en
hablar de estos temas porque los conocen de primera mano y no se andan con
rodeos, y para muestra la breve introducción que hace Garrel de sus personajes
en flashback antes de ponernos en tiempo presente justo en el entierro de Paul,
y utilizando el recurso narrativo de la voz en off que seguiría el resto de la
película, para entenderlos perfectamente en la anécdota que hace funcionar a
esta película en tan poco tiempo, llegado al punto de la duración de la
película, hablemos de las similitudes que guardan esta película y la ya
mencionada del señor Garrel.
Siempre
he profesado que no tengo problema alguno con que las películas se alarguen
siempre y cuando esto esté justificado y no caigan en repeticiones (que no es
lo mismo que narrativas circulares), pero cuando uno encuentra una película en
la que en menos de 80 minutos son capaces de mostrarte una trama redonda, bien
estructurada y bien llevada con todo lo involucra hacer una buena película
(tanto técnica como narrativamente) uno no hace más que alabar y aplaudir estos
trabajos.
Esta
es solo la primera de las similitudes que tienen ambas películas. Otra es la
estupenda música, que cae en momentos precisos y es un acompañamiento
esplendido, no un elemento manipulador. Las actuaciones son muy buenas, el
ritmo de la película es muy atinado, y el tema sobre lo complicado de las
relaciones en pareja y las decisiones que tomamos es plenamente abordado,
Philippe lo hace en la figura de un padre y su hija, y la imposibilidad de
hablar de sus problemas amorosos (y con una maravillosa fotografía en blanco y
negro), y Louis lo hace desde el punto de la pareja que estuvo separada durante
determinado tiempo, y si bien el peso cae en el argumento de ambos, no solo
desde el punto de vista masculino, sorprende con este caso de la mujer honesta
y el hombre fiel, a pesar del mote o fama que tienen los franceses de lo
avanzado que es su raciocinio sobre la figura del amante en su cultura.
Al
final, ver cómo se deja de lado todo lo planteado hasta cierto punto de la
película que la hacía lucir como una comedia romántica y caer en cuenta que
esta película es muchas cosas, es extraordinario. Ver cómo se revela el hecho
de la fidelidad de Abel a pesar de la prueba que le pide Marianne, prueba que
le daba empoderamiento a Abel para de cierta manera vengarse por la traición de
Marianne en su momento, y ver cómo este responde al final con esa carrera
buscándola, y la postura de Eve al principio, durante y al final de la prueba,
y las pruebas también a las que se ve sometido Abel por parte de Joseph.
Y
llegado a este punto, esa escena donde Joseph y Abel se reconocen como lo que
en verdad pueden ser, y cómo Abel cae en cuenta cuando le dice a Marianne cómo
fue que supo que Paul era el padre de su hijo, hacen que al final de la
película se nos dé la clave y la respuesta de todo lo antes planteado, en un
gesto tan sencillo y bello como dos personas tomándose de las manos. Pensar si
todo al final fue orquestado por los tres a su manera, pero con un desenlace en
común, como una familia al fin de cuentas, una película otra vez sobre la relación
padre-hijo.
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